El más bello de los ruidos

https://youtu.be/Gj4i1ObTWuA

AHIMSA, un concepto que desconocía... Interesante encontrárselo en una canción...

https://youtu.be/ZcCp7488puc


Uff, que buena es esta chavala...

"A relaxing cup of cafe" como diría alguien por ahí.

https://youtu.be/vhn3n5BBr9E

Gran directo... Probablemente una de sus mejores versiones de "bad"

https://youtu.be/pD9bhAehyRc

Alice phoebe Lou... Un descubrimiento

Cada palabra que digo es prueba de mi ignorancia. ¿Pero y si eso está bien? ¿Y si necesitan ser pronunciadas para saber? Al menos, para saber lo tanto que ignoras. Si siempre llevas un espejo contigo te darás cuenta. Tal vez, con un espejo no hagan falta palabras. ¿Si se quiebra, gemiría de dolor? Si se quiebra al menos quedarán los fragmentos. Los fragmentos reflejarán lo que no he podido ver: la belleza. Los fragmentos mantendrán la calidez. ¿Acaso se convertirán en polvo?

Para un musicólogo, oyente de cuantas músicas acontecen en el panorama actual, le es fácil discernir acerca de la optimización en torno a las costumbres y usos de los demás, si está atento a los gustos ajenos. No deja de asombrarnos que se escuche música de una “dudosa calidad”, si es que este término es apropiado para definir las músicas ecuménicas con estética de supermercado. En otro momento de la Historia, el oyente avezado y culto escuchaba, precisamente, la “música sabia”, como por ejemplo los últimos cuartetos de Beethoven (del nº 12 al 16-(1825-1826)) como un juego complejo de experiencia sonora y de deleite enrevesado, si el juego intelectual de seguimiento de la circunnavegación del desarrollo del discurso musical puede considerarse inmerso en este propósito. Léase en otro tiempo al pie de la letra.
Creo que “todo el mundo” tiene capacidad y educación para absorber “mejores” escuchas, sin poner en la picota a la música contractual. Pero, es sabido que la música comercial es un producto del merchandising cuyo sustrato es un estudio de mercado previo por las multinacionales discográficas. Si atendemos a las palabras de Jean Baudrillard: “la dimensión del consumo, tal como lo hemos definido aquí, no es la del conocimiento del mundo, pero tampoco la de la ignorancia total: es la di- mensión del DESCONOCIMIENTO. Curiosidad y desconocimiento designan un único y mismo comportamiento de conjunto respecto de lo real, comportamiento generalizado y sistematizado por la práctica de las comunicaciones de masas y, por consiguiente, característico de nuestra «sociedad de consumo»: es la negación de lo real sobre la base de una aprehensión ávida y multiplicada de sus signos”. Ver:
[url=]https://www.culturamas.es/2014/11/10/jean-baudrillard-la-sociedad-de-consumo-y-los-medios-de-comunicacion-de-masas [/url] No estamos sino ante un desconocimiento del Mundo-mundo musical, valga esta paráfrasis para subrayar que la música comercial sólo es un entretenimiento baladí, en cuya alienación nos alineamos (valga el juego de palabras) ante la misma cohorte de melómanos incautos y manipulables, y, en cuya experiencia colectiva no nos aporta nada de manera individual. Dicho de otro modo, somos una masa informe de oyentes cuya escucha no se diferencia nada a nivel particular, cuando, la música, arte asemántico por antonomasia, nos propone en circunstancias de música pura (música instrumental sin letra), un juego subjetivo de experiencias cuyas coordenadas de escucha no vienen prefijadas en la misma producción-reproducción de la música en sí, sino que el individuo, se emancipa de la praxis colectiva para hallar así “su sitio”, reafirmando un postulado experiencial propio con tendencia a compartirlo como moneda acuñada en su propio territorio. Es decir, que, en el territorio común de la música comercial, circula una baratija de moneda devaluada cada vez más y más, debido a la cantidad de reproducciones con que cuentan en canales como Youtube, sirva este ejemplo para dictaminar que la calidad de una música podría estar en una relación inversamente proporcional a la recepción de la misma, salvando los índices de profesionalidad de quien la produce, claro está.
Si no fuera porque las instituciones proponen a la sociedad, mediante los conciertos públicos subvencionados, una alternativa de escucha que va más allá de los confinamientos heterogéneos de las propuestas de los mass-media, viviríamos en un país maravillado por la tontuna que atienden a los despabilados, sean estos últimos, aquéllos que infieren en una musicofilia con propósitos únicamente crematísticos.

Un saludo!