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Fecha de inscripción : 23/03/2016
Según la RAE un bandolero es un “bandido”, una “persona que roba en los despoblados o una persona sin escrúpulos”, mientras que un guerrillero es un “paisano que combate en la guerrilla”, o sea, en una “partida de paisanos, por lo común no muy numerosa, que al mando de un jefe particular y con poca o ninguna dependencia de los del Ejército, acosa y molesta al enemigo”. Es decir, bandolero y guerrillero no tienen nada que ver y, aún así, el Franquismo ha vuelto a hacerlo….Bandoleros, asesinos y malhechores son algunos de los calificativos que han denostado la imagen de unos hombres y mujeres que se echaron al monte presionados por las circunstancias y que, en nombre de esas mismas vicisitudes, se vieron obligados a organizarse política y militarmente.
Pero la historia del movimiento guerrillero antifranquista tiene su propia génesis, sus fases y sus motivaciones. Partiremos de la base de que, a pesar de llegar a ser el problema doméstico más incómodo para el régimen, su distribución territorial no fue homogénea y su importancia no se dejó sentir por igual en todo el Estado: así, Galicia-León y la cornisa cantábrica, algunas zonas de Levante, de Andalucía, de Aragón o de Extremadura y las dos Castillas, constituyen los focos más importantes de resistencia antifranquista.
Los primeros escapados, huidos al monte tras el golpe de Estado, no tenían ninguna motivación política; si bien compartían una adscripción política contraria al perfil ideológico de los rebeldes, su único objetivo era la supervivencia, y su esperanza que el levantamiento fuese sofocado y se restituyese la legalidad democrática.
El curso de la guerra, la derrota de la República y el subsiguiente estallido de la II GM modeló a esos escapados, a los que se fueron añadiendo progresivamente hasta su desaparición expresos políticos, evadidos de campos de trabajo, desertores, y primeros enlaces quemados, hasta convertirlos en guerrilleros. La primera asociación genuinamente militar y política tomó forma en 1942, en los montes de Ferradillo, en El Bierzo, y adoptó el pomposo nombre de Federación de Guerrillas de León-Galicia; la guerrilla comenzaba a organizarse e integraba en su seno a una amalgama de antifranquistas, ugetistas, socialistas, comunistas….A partir de 1944, el PCE tomó el control y el amparo de los grupos armados, militarizó todavía más el engranaje guerrillero y espoleó el talante ofensivo de unos guerrilleros que se consideraban a sí mismos como uno de los activos más determinantes en la caída de un régimen que se preveía, tal y como se desarrollaba la II GM, que se produciría en breve. La precipitación, de hecho, se dejó notar en la fallida Invasión Guerrillera del Valle de Arán, en 1943, cuando un cuerpo de guerrilleros penetró por los Pirineos para intentar forzar un levantamiento antifranquista que no se produjo y que finalizó con la huída en desbandada de los hombres que consiguieron pasar a Francia.
Sin embargo, el final de la II GM no trajo la esperaba liberación de España; en 1946, las potencias Aliadas redactaron la famosa Nota Tripartita que, si bien condenaba el Franquismo, abandonaba a la disidencia a su suerte al negarse la intervención armada para restituir el orden constitucional. Bofetón para la guerrilla, incremento de la intensidad del Franquismo en la lucha contra los grupos armados y el consiguiente descalabro de las partidas, y abandono del PCE en su tutela efectiva de la lucha guerrillera (por orden de Stalin y buscando una nueva estrategia de infiltración en las instituciones del régimen), debilitaron la lucha guerrillera hasta hacerla residual. La asistencia prestada por el PCE para evacuar a los huidos sigue siendo motivo de controversia: según algunos, todos los hombres del monte tuvieron la oportunidad de exiliarse, según otros, el partido los dejó abandonados a su suerte. De una forma u otra, pequeños grupúsculos y guerrilleros solitarios siguieron resistiendo en los montes hasta bien entrada la década de 1960: el último maquis abatido con las armas en la mano fue el lucense José Castro Veiga “O Piloto”, asesinado en 1965.
Mención aparte merecen en esta historia los enlaces, los guerrilleros del llano, esas gentes que sin el amparo del monte y la protección de los fusiles “Mauser” prestaban su apoyo a las partidas armadas. Sin ellos la lucha guerrillera no habría tenido recorrido; familias enteras pagaron un precio altísimo por prestar su apoyo logístico a la guerrilla, tanto en forma de cobijo, manutención, asistencia médica o información. Detenciones, torturas, aplicaciones arbitrarias de la “Ley de Fugas”, estigmatización social, destierro….fueron algunas de las gravosas consecuencias que su auxilio y colaboración acarrearon.
Estos enlaces, y por supuesto los guerrilleros, sufrieron un acoso propagandístico que dura hasta nuestros días cuando escuchamos sentencias del tipo “no eran ningunos santos, también mataban”, “hicieron mucho daño”, o similares. Hay que entender que el modus operandi de la guerrilla estaba perfectamente acotado por normas internas que castigaban con la muerte a los garbanzos negros que se colaron en sus filas, y por normas operativas que se resumen así: la guerrilla no mataba arbitrariamente, lo hacía selectivamente y siempre hacia personas destacabas en la represión o delación de sus integrantes o simpatizantes. La guerrilla no mataba por matar, y cuando un pueblo tiene esa impresión en su imaginario colectivo es probable que se deba a la nefasta influencia de las contra-partidas, un eficaz invento que las fuerzas del orden pusieron en marcha a la altura de 1947 y que, es obvio, dio los frutos esperados: se trataba de grupos de guardias civiles que vestían e imitaban el proceder guerrillero llevando a cabo salvajes asesinatos con el fin de cargarlos a la cuenta de la guerrilla, y con el único fin de desprestigiarlos y de delatar a posibles enlaces que creyeran que estaban ante verdaderos guerrilleros. Así mismo, los infiltrados, que tenían la misión de asesinar a destacados guerrilleros especialmente escurridizos o de contribuir al descrédito guerrillero con acciones reprobables, cerraron el círculo de la contra-actividad guerrillera.
La revisión histórica post-franquista aún no ha conseguido borrar la imagen bandoleril entre las personas más expuestas y sensibles a la doctrina del régimen, los que sufrieron su martilleante discurso y su adoctrinamiento histórico adulterado, si bien, entre las nuevas generaciones parece que prima una visión más ecuánime y más desapasionada de unos hombres obligados por las circunstancias a empuñar las armas, so pena de perder su propia vida.
Saludos.
PD: Puedo prometer y prometo que éste será el último post sobre y/o referente al Franquismo.
Pero la historia del movimiento guerrillero antifranquista tiene su propia génesis, sus fases y sus motivaciones. Partiremos de la base de que, a pesar de llegar a ser el problema doméstico más incómodo para el régimen, su distribución territorial no fue homogénea y su importancia no se dejó sentir por igual en todo el Estado: así, Galicia-León y la cornisa cantábrica, algunas zonas de Levante, de Andalucía, de Aragón o de Extremadura y las dos Castillas, constituyen los focos más importantes de resistencia antifranquista.
Los primeros escapados, huidos al monte tras el golpe de Estado, no tenían ninguna motivación política; si bien compartían una adscripción política contraria al perfil ideológico de los rebeldes, su único objetivo era la supervivencia, y su esperanza que el levantamiento fuese sofocado y se restituyese la legalidad democrática.
El curso de la guerra, la derrota de la República y el subsiguiente estallido de la II GM modeló a esos escapados, a los que se fueron añadiendo progresivamente hasta su desaparición expresos políticos, evadidos de campos de trabajo, desertores, y primeros enlaces quemados, hasta convertirlos en guerrilleros. La primera asociación genuinamente militar y política tomó forma en 1942, en los montes de Ferradillo, en El Bierzo, y adoptó el pomposo nombre de Federación de Guerrillas de León-Galicia; la guerrilla comenzaba a organizarse e integraba en su seno a una amalgama de antifranquistas, ugetistas, socialistas, comunistas….A partir de 1944, el PCE tomó el control y el amparo de los grupos armados, militarizó todavía más el engranaje guerrillero y espoleó el talante ofensivo de unos guerrilleros que se consideraban a sí mismos como uno de los activos más determinantes en la caída de un régimen que se preveía, tal y como se desarrollaba la II GM, que se produciría en breve. La precipitación, de hecho, se dejó notar en la fallida Invasión Guerrillera del Valle de Arán, en 1943, cuando un cuerpo de guerrilleros penetró por los Pirineos para intentar forzar un levantamiento antifranquista que no se produjo y que finalizó con la huída en desbandada de los hombres que consiguieron pasar a Francia.
Sin embargo, el final de la II GM no trajo la esperaba liberación de España; en 1946, las potencias Aliadas redactaron la famosa Nota Tripartita que, si bien condenaba el Franquismo, abandonaba a la disidencia a su suerte al negarse la intervención armada para restituir el orden constitucional. Bofetón para la guerrilla, incremento de la intensidad del Franquismo en la lucha contra los grupos armados y el consiguiente descalabro de las partidas, y abandono del PCE en su tutela efectiva de la lucha guerrillera (por orden de Stalin y buscando una nueva estrategia de infiltración en las instituciones del régimen), debilitaron la lucha guerrillera hasta hacerla residual. La asistencia prestada por el PCE para evacuar a los huidos sigue siendo motivo de controversia: según algunos, todos los hombres del monte tuvieron la oportunidad de exiliarse, según otros, el partido los dejó abandonados a su suerte. De una forma u otra, pequeños grupúsculos y guerrilleros solitarios siguieron resistiendo en los montes hasta bien entrada la década de 1960: el último maquis abatido con las armas en la mano fue el lucense José Castro Veiga “O Piloto”, asesinado en 1965.
Mención aparte merecen en esta historia los enlaces, los guerrilleros del llano, esas gentes que sin el amparo del monte y la protección de los fusiles “Mauser” prestaban su apoyo a las partidas armadas. Sin ellos la lucha guerrillera no habría tenido recorrido; familias enteras pagaron un precio altísimo por prestar su apoyo logístico a la guerrilla, tanto en forma de cobijo, manutención, asistencia médica o información. Detenciones, torturas, aplicaciones arbitrarias de la “Ley de Fugas”, estigmatización social, destierro….fueron algunas de las gravosas consecuencias que su auxilio y colaboración acarrearon.
Estos enlaces, y por supuesto los guerrilleros, sufrieron un acoso propagandístico que dura hasta nuestros días cuando escuchamos sentencias del tipo “no eran ningunos santos, también mataban”, “hicieron mucho daño”, o similares. Hay que entender que el modus operandi de la guerrilla estaba perfectamente acotado por normas internas que castigaban con la muerte a los garbanzos negros que se colaron en sus filas, y por normas operativas que se resumen así: la guerrilla no mataba arbitrariamente, lo hacía selectivamente y siempre hacia personas destacabas en la represión o delación de sus integrantes o simpatizantes. La guerrilla no mataba por matar, y cuando un pueblo tiene esa impresión en su imaginario colectivo es probable que se deba a la nefasta influencia de las contra-partidas, un eficaz invento que las fuerzas del orden pusieron en marcha a la altura de 1947 y que, es obvio, dio los frutos esperados: se trataba de grupos de guardias civiles que vestían e imitaban el proceder guerrillero llevando a cabo salvajes asesinatos con el fin de cargarlos a la cuenta de la guerrilla, y con el único fin de desprestigiarlos y de delatar a posibles enlaces que creyeran que estaban ante verdaderos guerrilleros. Así mismo, los infiltrados, que tenían la misión de asesinar a destacados guerrilleros especialmente escurridizos o de contribuir al descrédito guerrillero con acciones reprobables, cerraron el círculo de la contra-actividad guerrillera.
La revisión histórica post-franquista aún no ha conseguido borrar la imagen bandoleril entre las personas más expuestas y sensibles a la doctrina del régimen, los que sufrieron su martilleante discurso y su adoctrinamiento histórico adulterado, si bien, entre las nuevas generaciones parece que prima una visión más ecuánime y más desapasionada de unos hombres obligados por las circunstancias a empuñar las armas, so pena de perder su propia vida.
Saludos.
PD: Puedo prometer y prometo que éste será el último post sobre y/o referente al Franquismo.
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